PONFERRADA-SPAIN-SEPTEMBER-25-_54415481143_54115221154_600_396Te ponen una etiqueta y convives con ella. A veces te la buscas, otras no. E incluso algunas te las adjudican. Digamos que McEnroe se buscó la suya de niño malo del tenis por allá por los ochenta, de Michael Jordan se dijo que «era Dios con pantalones cortos» y ahora, desde hace apenas dos o tres años a Alejando Valverde se le ha puesto la suya, «perdedor». O «loser» si tú también te has sumado a hablar de esa manera tan particular que tienen ciertos gurús del deporte mundial.

Que si Erviti esto o que si Herrada aquello. Dani Moreno ya está mayor y nunca se le ve, Dani Navarro no sube ni al umbral de mi casa y una larga lista de improperios se han oído en las horas posteriores a que Alejandro Valverde ganara una  nueva medalla para el equipo español, sexta suya, tercera consecutiva. Pocas verdades más universales hay que esa de que el deporte no tiene memoria. Miles, casi millones, se fueron a la Cibeles en mayo a celebrar la décima, y un alto porcentaje de ellos rajaba de su equipo hace quince días cuando el Cholo asaltaba el Bernabeu. Valga este ejemplo para visualizar los miles de casos que se ven cada día.

Y es que tú desde el sofá lo ves todo muy fácil. Incluso has hecho el tremendo esfuerzo de levantarte a las 9.30 de la mañana para ver la carrera, los más de 250 quilómetros que esos corredoruchos (como tú los llamas) españoles se van a meter en las piernas, con lluvia, con viento y con los mejores ciclistas del pelotón. A eso de las 16.30 mientras peleas con tu estomago para que digiera bien la copiosa comida, Valverde ataca, se va para adelante a por un corredor polaco que seguramente no sabrás ni siquiera escribir su nombre correctamente (Kwiatkowski), se juega la vida en el descenso y acaba cruzando la meta en tercera posición.

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«Este Valverde siempre igual», «todos los años lo mismo»…esas frases martillean el twitter nacional o los hogares patrios, porque claro, como Freire ganó, como Contador gana y como Rafa Nadal gana, pues aquí o se gana o a la hoguera. Eso de quedar tercero está muy feo, que en mi casa nadie se termina la paella antes que yo. Pues nada, señor, el próximo año hable con Javier Mínguez, oblígale a que le incluya en la lista, y destroce las piernas de Cancellara, Froome o Gerrans en el Mundial. Porque aquí solamente vale ganar.