El madridismos clama a voz en grito contra Stark, el árbitro de anoche, Mourinho pone en tela de juicio las victorias de Guardiola y mientras tanto un argentino celestial, un genio de los que salen cada 50 años regatea rivales con la zurda para batir a Iker con la diestra y enmudecer a un Bernabeu impasible, que recibió a los suyos a gritos de «campeones, campeones» y que dos horas más tarde los despidió como si el recuerdo de esa copa fuera lejano en el tiempo y con el Barcelona formando un rombo en el centro del campo. Esta es la locura del fútbol actual. Mourinho volvió a plantear un partido al 0-0, al límite de la legalidad y está vez Pepe, el referente, cruzó la raya. Fue expulsado y Messi aniquiló a los blancos con dos tantos, el segundo de ellos maradoniano, de esos que pasan a la historia.

Nos cansaremos de ver la jugada de Pepe sobre Alves, la gresca del descanso, la autoinmolación de Mourinho y si sobra tiempo nos deleitaremos con ese loco bajito argentino, pero la realidad de este tercer clásico es que dos no juegan si uno no quiere. El Barça aprendió la lección de Mestalla y se dedicó a minimizar errores, a acumular posesión y a no perder balones. El Madrid, cobarde como nunca, esperaba en campo propio desesperando hasta el propio Ronaldo que veía como nadie le acompañaba en la presión. El partido imponía respeto, cero futbol y mucha crispación. Así llegamos al descanso, con el Barça cómodo en su idea y el Madrid viendo como su plan no funcionaba. Villa primero y Xavi después rozaron el gol azulgrana mientras que un bestial disparo de Ronaldo al borde del descanso arrancó el primer «uy» al Bernabeu.

En la segunda mitad compareció Adebayor por un desaparecido Ozil, desconectado siempre y el Madrid volvió al pelotazo. Siguió esperando el Barça sin prisa. Y en este momento toca detenerse en la figura de Pepe. El portugués volvió a ir al límite. Metió la plancha a Alves y Stark le mostró la roja. Se hablara de que la expulsión lo cambia todo, y será cierto. Tan cierto como que jugartela con este chico como pilar básico es un cara o cruz. Perdió los papeles y con su expulsión murió el Madrid y quién sabe si la eliminatoria.

Reaccionó de inmediato Guardiola. Metió a Afellay en el campo y en la primera pelota que tocó ganó la línea de fondo para habilitar a Messi, veloz como un rayo, para que hiciera el primero y silenciará al Bernabeu. Mourinho, expulsado en la grada, no cambió nada. Siguió con Higuain, Benzema o Kaka en el banco mientras veía como el Barça bailaba a su antojo. Pasados los ochenta minutos tocaba disfrutar de la última genialidad de Messi. Arrancó en tres cuartos, se zafó de Lass, dejó atrás a Albiol, se incrustó en el área por delante de Ramos y cruzó el remate con la drecha. Golazo. Enmudeció el Bernabeu, estalló el barcelonismo. Dios se había vuelto a vestir de futbolista.

El partido murió así. El Madrid persiguiendo sombras y el Barcelona regondeandose en su superioridad. Tuvo Guardiola otro detalle para la Masía con la entrada de Sergi Roberto. En rueda de prensa Mou clamó contra quién pasara por delante, Pep hizo caso omiso y por si fuera poco Ronaldo reconoció que aborrece este estilo pero que no le queda otra. En resumen, el Barça acaricia la final de Wembley y el madridismo ve como algo demasiado lejano el título copero. Pero recuerden que esto es futbol y lo que hoy es blanco mañana (o el próximo martes) puede ser negro.